


Comunicando entre sí todos los espacios de la casa, el pasillo es su verdadero corazón, donde se concentra la esencia del lugar en toda su clásica belleza.
Con sus paredes recubiertas de azulejos de mosaico pintados a mano y su techo cruzado por vigas de mobila, el pasillo es un lugar de descanso ideal, y un punto de reunión natural para los diferentes inquilinos de las habitaciones, razón por la cual cuenta con un buen número de sillas y mecedoras.
Cuenta, además, con otros detalles decorativos, todos del siglo XIX, destacando su bonita mesilla y su baúl.
También, luce una máquina de coser Singer de principios del siglo pasado, homenaje a la anterior propietaria de la casa, de profesión modista.






